vuelo libre

Quiero contarles por qué algún día se me dio por el Software Libre.

Cuando uno pisa la tierra que lo parió, mira para atrás y recuerda a las personas que le han dado magia a su vida sólo tiene palabras de asombro y agradecimiento.

Mi hermano y yo éramos niños cuando en Junín se abrió la escuela de aeromodelismo. Calculo que Ariel De Siervo [*], profe de ajedrez, artista y aeromodelista querría despertar en las mentes de los pibes la idea de que ellos podían crear sus propios juegos y compartir esa experiencia con los demás chicos de su comunidad. Quizá Ariel soñaba con un país en el que la gente era feliz, construía sus casas, sus barrios, sus muebles, sus aviones, sus trenes (los talleres ferroviarios de nuestra ciudad eran de los más grandes, llegando a contar con 6.000 operarios)… creo que él soñaba con una sociedad en vuelo libre. Digamos, algo bastante diferente a lo que vivimos en lo cotidiano.

Pero…

Hoy fue un día supremo… de esos que recordás para siempre: luego de pasar 20 años en la oscuridad de un altillo, uno de esos aviones que construíamos artesanalmente con mi viejo y mi hermano planeó sobre los campos del aeroparque juninense. Mi espíritu se ensanchó, mis ojos casi no lo creían. ¡Cuántas tardes de sol, de viento, de risas, de saltar tranqueras! ¡Cuánto había allí de vivo!

El planeador experimental acarició el aire y su madera balsa recortó el azul celeste, su extraño fuselaje de roble supo dónde ir, respirando a través de costillas en forma de exóticos peces que sostenían un tenso papel japonés multicolor. Fue una gloria.

Al principio costó… hasta hubo una «catástrofe total»: estrellamos el mejor ejemplar, ese que ganaba todos los campeonatos de aeromodelismo, ese que era como el resultado de todas las tardes frente a la mesa con alfileres, lijas, aserrín, costillas rusas de aluminio y de madera balsa, planos, suposiciones, planes, imaginación, sueños de vuelo libre… Ese avión que nos envidiaban todos, ¡ese mismo! lo dañamos seriamente en pocos minutos. 20 años en el olvido y 20 minutos para estrellarlo contra el suelo y dejarlo en terapia intensiva.

Pero no nos íbamos a ir así nomás con el sabor amargo de aquella frustración: reabrimos la mítica caja marrón, sacamos otra ala (un tanto más modesta, quizá sólo un experimento de aquellas épocas), la montamos en el fuselaje, desenrollamos los 30 metros de tanza, pusimos la arandela en el ganchito de abajo, mi hermano sostuvo el avión mientras su hijo de casi 3 años veía con ojos ilusionados, controlamos de dónde venía la brisa (soltamos pasto seco en el aire)… y yo desde el otro extremo de los 30 metros le di el visto bueno: comenzamos a correr.

Corrimos unos pocos metros, él con el avión en sus manos, yo con la maderita en la que se enrolla la tanza, hasta que el avión quiso flotar en el aire, en ese momento Mariano lo depositó como si lo entregase dulcemente a un destino incierto pero feliz. Sonrientemente lo dejó ir. Soltar un planeador es un arte relacionado con la danza.

El avión comenzó a subir como un barrilete, apuntando al cielo con firmeza, pero a los pocos metros viró hacia la derecha y pensé que estaba todo perdido, que se estrellaría de nuevo… frené, me quedé quieto un segundo y vi con alegría que comenzaba a girar a la izquierda, de golpe se acomodó mirando nuevamente el sol, comencé a correr y como ya no daba para más tuve que tironear fuertemente de la tanza para darle más empuje… subió, subió y subió… se venía el momento crucial: los que han practicado este deporte/arte saben que hay que dejar el planeador flotando en el aire del mejor modo posible y eso se logra tirando de la tanza de un modo especial para que suelte el ganchito del fuselaje y se libere.

Hacía 20 años que esa arandela, que esa tanza, que ese fuselaje y mis manos no se ponían de acuerdo. No sé cómo, ni por qué, ni qué movimiento salió de mí pero el avión se soltó de la arandela y comenzó a volar libremente.

Era para gritar, para llamar a todo el mundo, para volverse loco pero nos quedamos callados mirando cómo volaba a su gusto, libre, girando plácidamente, explorando el cielo con la actitud de un ave pasando un buen rato. No sé qué habrá pasado por la cabeza de mi sobrinito al ver ese extraño mejunje de madera balsa y papel japonés flotando en el aire como si fuera una pluma, con gracia, con elegancia y soberbia. No sé qué pasó por la cabeza de mi hermano… pero sí sé qué pasó por la mía: les doy las gracias, Rivero y Ariel, por haberme hecho pensar que nuestra imaginación podía volar, podía posarse en el aire y de allí ver el mundo con otra perspectiva, te doy las gracias, viejo, por hacerme creer que todo es posible, aún cuando no lo sea. Porque sin gente como vos, loco, este mundo siquiera tendría un cielo.

[*] Ariel De Siervo, quien nos enseñó a todos a hacer aviones y poner nuestra imaginación en el aire, fue torturado en 1977 por la policía como presunta represalia por la fuga de un militante del ERP en un centro clandestino de detención:

http://ar.starmedia.com/noticias/justiciayddhh/anularon_procesamiento_represores_366370.html

Hoy en día sigue en actividad al menos en cine-debate:

http://www.diariojunin.com/ver_noticias.php?id_nota=17592

También ha dirigido una revista centrada en temas políticos (no partidarios), de ciencias sociales, artísticos y culturales:

http://www.diariodemocracia.com/diario/articulo.php?idNoticia=3648

Más información:

Los encuentros de aeromodelistas siguen realizándose en el país:

http://www.elpopular.com.ar/diario/2010/04/23/nota.html?idnota=77772

http://www.faa.org.ar/

El aeromodelismo sirve como paso previo al vuelo a vela:

http://www.diariodemocracia.com/diario/articulo.php?idNoticia=13653