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Si ponemos nuestro tiempo de vida en perspectiva, veremos que es un breve lapso en la historia de cientos de miles de años de humanidad: una generación sustituye a la otra, y así los buenos y malos tratos se van transmitiendo de padres a hijos. Vale decir que las opresiones y libertades se transmiten de generación en generación. Esto parece obvio y sencillo, pero hasta las personas más bondadosas cargan consigo costumbres opresivas/violentas que desatan durante la crianza de sus propios hijos.
Romper el ciclo de transmisión de las opresiones sería el método más efectivo para crear sociedades liberadas del miedo, la violencia y la opresión en general, por medio de la búsqueda de la verdad y la vivencia del amor. Esta revolución de amor y paz debería ocurrir en cada persona, familia y grupo social de cualquier clase.
Nacemos con un legado genético producto más que nada de la gran historia previa a las sociedades modernas, el cual se manifiesta en actitudes que han sido un medio de supervivencia de la especie, pero son aquellas buenas actitudes como el amor y el respeto las que han primado sobre las más «negativas» como los celos naturales, la obediencia o la competitividad, al menos en la transmisión genética general: un bebé o niño que no es tratado con autoritarismo y violencia se mostrará siempre más bondadoso que el entorno económico-social opresivo en el cual se mueve. Es decir que las conductas opresivas en el ser humano son mayoritariamente un producto social y cultural que puede ser desactivado: durante milenios, no hemos necesitado ser ni amos ni esclavos para sobrevivir como especie.
Claro que no estoy proponiendo que todo el mundo tenga hijos: es importante que aquellas personas que no sientan el deseo o la curiosidad, no sean padres y no arruinen la vida de sus hijos si no van a realizar un esfuerzo por mejorarse a sí mismos ni brindar amor incondicional.
El capitalismo, el socialismo autoritario o cualquier otro sistema opresivo se alimenta de personas que mayormente no valoran realmente sus libertades esenciales porque las han perdido durante una crianza carente de apego, amor y libertad, sea por ignorancia o por lo que fuere que hizo que sus padres repitieran las historias violentas que recibieron a su vez de sus propios padres, presionados por sistemas opresivos que incentivan a cada minuto el autoritarismo y la violencia.
Por ejemplo, para los socialistas libertarios no sería suficiente proponerse superar el capitalismo por un sistema más libre, igualitario y democrático, si al mismo tiempo no establecemos la libertad en nuestras familias ahora mismo (mejores tratos, más libertad, más respeto y amor), si nuestros hijos no son ese germen de paz y amor que deseamos para el mundo, el cambio no se producirá jamás. Nunca habrá un mundo libre con hijos criados para ser obedientes.
Volcar demasiadas energías en intentar liberar ya mismo a las personas oprimidas no tendría demasiado sentido práctico si no se enfocara la actividad puntualmente donde más futuro tiene, poner el foco en la liberación de la crianza y la educación temprana podría ser más exitoso y constructivo. Por eso las personas en posición de ser padres y madres tienen al menos una doble tarea: liberarse a sí mismas de las imposiciones del sistema -laborales, económicas, culturales, ideológicas, familiares, hereditarias, de su propia crianza, etc.- y al mismo tiempo liberar a sus hijos.
Una forma de establecer esto en la vida cotidiana es reducir las horas de trabajo y dedicar a los hijos el mayor tiempo posible, sobre todo mientras son muy pequeños: tal decisión ya es en sí algo revolucionario. En todo caso, sería más lógico trabajar menos, ganar menos dinero, responder menos a los jefes y a los sistemas, llevar una vida más humilde (o ganar más dinero de cualquier otra forma que no implique servidumbre) pero pasar más tiempo con los hijos para poder brindarles todo nuestro amor.
La lactancia materna a demanda y prolongada, la crianza con apego, amor e indulgencia (permisividad sin negligencia), serían las formas más coherentes de criar personas libres, respetuosas, pacíficas, o sea: revolucionarias en el sentido más profundo, inmersas en sociedades y sistemas que proponen todo lo contrario: odio, violencia, dominación, competencia, etc.
En este contexto, la construcción de familias no-autoritarias (en lugar de la destrucción de la familia, sea por autoritarismo, negligencia, ideología o ignorancia) es vital.
El objetivo principal de la crianza/educación sería el de no generar opresores ni oprimidos y, si el amor triunfa en sus vidas, producirán grupos sociales con firme voluntad de colaboración y construcción de la paz y la bondad, seres capaces de bucear en su interior y prestar atención a sus propios deseos, conectados también con lo que está ocurriendo al prójimo.
La producción cultural en todas sus formas éticas sería el método principal, junto con la práctica concreta de la paz y el amor en la vida cotidiana, para llegar a aquellos padres y madres que hoy en día se encuentran criando futuros esclavos o amos, intentando sembrar allí un nuevo bosque libre.
Autores recomendados:
Laura Gutman
Carlos Gonzalez
Libro: «Bésame mucho»